Interdependencia y amistad espiritual

Un discípulo le preguntó a un Maestro Espiritual: ¿Cómo se puede realizar la interdependencia? El

Maestro respondió: ayudar a los demás. El discípulo volvió a preguntar: ¿Por qué ayudar a los

demás? El Maestro dijo entonces: debido a la interdependencia.

He estado reflexionando sobre el papel de la interdependencia y la amistad, que llamamos

espiritual, en nuestro proceso de desarrollo. Me estoy dando cuenta de la simplicidad y

complejidad de este tema. Sencillo, porque la base parece ser el amor que impregna nuestras

acciones, nuestra recta intención, nuestra necesidad de participar. Complejo, porque nos complica

la vida, porque nuestro entramado de ideas, nuestros valores, intereses, y sobre todo nuestra

visión de la vida y del mundo, con todo lo que implica la idea del mundo, es complejo. A menudo,

por un deseo de ayudar y participar, no damos suficiente espacio a los demás, no les permitimos

cometer sus propios errores, para permitirles crecer.

 

Cuando hablamos de amistad, nos referimos a un sentimiento de un ser por otro ser. Este

sentimiento estará teñido por los colores de los valores, intereses que podamos tener en común

con este otro ser. Tanto es así que, en un entorno competitivo, como es el profesional, decimos

que tenemos compañeros, no amigos, porque en este contexto el interés está en los resultados

profesionales. Incluso cuando hablamos de amistad espiritual, este sentimiento todavía puede

estar teñido por el espectro de la separatividad, de ser yo y ser otro.

La interdependencia puede ayudarnos a ampliar este concepto del “otro”, en la medida en que

nos lleva a tener una visión de conjunto.

 

La expansión del estado de conciencia nos lleva a comprender que no somos seres separados, que

vivimos una vida propia, sino que somos uno con el todo, con lo Divino. Siendo un todo, es

evidente que no podemos tomar decisiones, actuar sin tener en cuenta a los demás, cómo se

verán afectados. Es importante comprender y reflexionar sobre cómo nuestras decisiones y

acciones afectarán al grupo, cómo afectarán al ecosistema.

 

El efecto mariposa ya es conocido y ampliamente publicitado. ¿Por qué no pensamos en este

efecto en nuestra vida diaria? ¿En las cosas simples? Si no limpiamos nuestra casa, el efecto es que

la casa estará sucia, habrá una proliferación de plagas, enfermedades, que pueden convertirse en

epidemias y afectar e incluso quitar la vida a muchas personas. Pensemos en otros

ejemplos. Sigamos la posible red de eventos que se podría desencadenar a partir de un simple

acto, el más simple, y veamos hasta dónde puede llegar.

 

Según UNICEF*, el concepto de interdependencia debe enseñarse a los jóvenes. Tradicionalmente,

a los estudiantes se les enseñaba a ver el mundo como una colección de estados, cuyas

preocupaciones ocasionalmente interferían. Pero en un mundo globalizado es indispensable

comprender la noción de interdependencia. Comprender esta interdependencia permite a los

estudiantes percibir el mundo en el que vivimos como un sistema.

Entender que el mundo funciona como un sistema implica:

• Comprender la red de relaciones en este sistema;

• Apreciar el equilibrio inestable que existe entre los componentes de esta red; Es

• Tener en cuenta que los cambios en una parte del sistema tendrán repercusiones en todo el

sistema.

Gracias a la comprensión de la interdependencia entre los factores de un problema, se pueden

encontrar soluciones duraderas.

 

Aprendamos, por tanto, a incluir a los demás en nuestra vida, a reflexionar sobre cómo nuestras

acciones, nuestros pensamientos y sentimientos van a interferir en la vida de las personas, del

planeta. Incluyámonos en el contexto de la vida como vida, no como "mi vida". Permitámonos

efectivamente ser parte de este todo, ampliando nuestra conciencia, incluyéndonos e

incluyéndonos como parte efectiva de los problemas y soluciones. Tenemos que dejar de ser

espectadores de la vida y vivir. Nada está separado. Todo es uno.

En lo pequeño, se construye lo grande. Si somos parte de un grupo y el todo depende de la acción

de cada parte, nuestras acciones definirán el clima del grupo. Si actuamos de manera egoísta, si no

pensamos en el todo, si tomamos decisiones que se desplazan en relación al ideal y valores

cultivados por el grupo, generaremos desarmonía y conflictos. Si nos integramos al todo, de

acuerdo a valores y reglas establecidas, generaremos armonía, crecimiento e integración. Integrar

e integrar. En este caso, la interdependencia será nuestra dependencia del grupo y la dependencia

del grupo de nosotros. Ahí es donde entra el sentimiento de amor y amistad y trabajo en equipo.

El diálogo parece ser la nota clave de esta relación. Se ha dicho que el infierno está empedrado de

buenas intenciones. Para nosotros siempre tenemos buenas intenciones, queremos lo mejor para

todos. Entonces, ¿cómo discernir qué es lo mejor? ¿Qué debemos hacer? Nuevamente, me parece

 

que la respuesta está dentro de nosotros mismos. Por eso es importante meditar y reflexionar con

claridad sobre nuestras intenciones, incluso aquellas que a primera vista parecen provenir de la

mayor pureza de nuestro corazón.

Incluso cuando pensamos que estamos ayudando. En definitiva, estar en guardia de nosotros

mismos, siempre. Dialogar, poner elementos como leyes, estatutos, reglamentos a consideración

de los demás y también de nosotros mismos. Además, parece necesario que aprendamos a

observar la reacción del entorno a nuestras acciones. Valide la respuesta circundante.

Para actuar bien parece indispensable un conocimiento profundo del sistema en el que nos

movemos. La gente, las reglas, el medio ambiente, el planeta. Incluirse completamente en este

sistema. Desarrollar nuestra capacidad de cooperar, de trabajar juntos, en equipo, con actitud de

respeto, reverencia por el grupo, el medio ambiente, las personas, en su conjunto, de forma

positiva.

 

Reconocer en cada ser lo mejor que puede dar, para armonizar y valorar el entorno. Este

conocimiento se producirá a través de la observación, del estudio del entorno, de uno mismo, y

del desarrollo de la actitud adecuada, de acuerdo con el objetivo común de construir lo mejor para

todos.

Describimos la amistad como Amistad Espiritual, quizás pensando en un sentimiento más allá de

intereses, amistades, favores o preferencias.

En un grupo es normal que haya afinidades. Debemos trabajar en nosotros mismos para unirnos y

no separarnos, debemos amar. Amar es un verbo. Presupone una acción.

Debemos actuar en el sentido de amar a todos, sin preferencias. La amistad espiritual, desde este

punto de vista, implica una sinceridad completa y absoluta por todas las partes. Desde nosotros

cuando queremos algo, hasta aquellos que deben decirnos si o no.

Por lo tanto, la Amistad Espiritual debe estar guiada por el poder del amor y la sinceridad

completa y absoluta. Poder del amor, que se traduciría en nuestro actuar cotidiano como

expresión de lo mejor de nosotros mismos, de nuestra fuerza para querer ser y hacer lo mejor. Lo

mejor para todos y no solo para algunos.

 

Sinceridad en intenciones, palabras y decisiones y no en afán de agradar, sino de ser. La

transparencia me parece ser el centro de esta cuestión.

Aborde todos los problemas de manera clara y abierta, buscando posibles causas y soluciones. Si

“queremos agradar”, trabajamos a nivel de la personalidad y no del ser. Cuando desarrollamos la

amistad y una actitud de interdependencia, nuestra relación con los demás se convierte en una

cooperación positiva y transparente. Buscaremos comprender y compartir valores con el fin de

construir metas comunes para su pleno desarrollo.

 

Aprenderemos a resolver nuestros conflictos de manera serena, transparente, abierta, apoyados

en un sincero deseo de ecuanimidad. Buscaremos comprender el sistema en el que estamos

insertos, sus objetivos y medios, y trabajaremos de acuerdo con las necesidades del conjunto. No

seremos obstáculos, sino facilitadores para la construcción de nuevas posibilidades para todos.

 

La interdependencia experimentada efectivamente representa un pilar importante para las

relaciones “armónicamente sostenibles”, ya que contiene el principio de respeto mutuo.

En nuestra vida diaria, en las relaciones familiares, en el ambiente laboral, los innumerables roles

que nos toca vivir, nos colocan en algún momento en una posición de “superior” o autoridad en

relación a alguien. Si no somos conscientes de nuestro compromiso de construir relaciones

armoniosas, terminaremos asumiendo posiciones autoritarias que, si bien pueden ser útiles para

el cumplimiento de nuestra tarea, también pueden ser perjudiciales para las personas con las que

interactuamos. Esta dualidad puede resolverse si tomamos conciencia de que una relación es

siempre de doble sentido y que la armonía depende de que cada uno se respete a sí mismo y a los

demás.

 

En las relaciones verdaderas siempre hay una interdependencia. Ser consciente de ello nos lleva a

actuar respetando el espacio del otro.

Sergio Roberto da Cruz es empresario, domiciliado en São Paulo – SP. Miembro de Cafh desde

1982.

 

(Fuente:Revista Cafh, Brasil)

 

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