La Relación como Práctica Espiritual 

Podemos usar las relaciones que establecemos como parte de nuestra practica espiritual, entendida esta como el trabajo interior que hacemos para vivir en el ser, en la consciencia.  Este es un trabajo de observación, de conocimiento y desidentificación con la historia personal, la que capa tras capa se ha ido añadiendo a lo largo de la vida hasta constituir lo que llamamos ‘yo’. 

 

Esta imagen de un niño sonriente y relajado, recostado sobre las espaldas de un búfalo, para mi es una representación simbólica del ser iluminado, de la relación del ser, de la consciencia, con el ego.  El ego está formado por los condicionamientos y hábitos, y es la corriente de pensamientos y emociones que lo expresan, le dan forma, lo definen. 

 

En la imagen el búfalo domesticado sirve al niño como una mansa cabalgadura. La consciencia cabalga sobre el ego y lo conduce. Como la carta del arcano mayor VIII del tarot, La Fuerza, en el que la doncella unida a lo infinito cierra sin esfuerzo las fauces del león y lo domina. El búfalo se ha quedado quieto con el niño en sus espaldas. El niño es la consciencia que inmersa en el silencio permanece en estado de presencia, maneja al inmenso animal con apenas una delgada cuerda que pasa por su nariz. El ego se ha transformado en un animal manso, la consciencia lo observa. 

La identificación con el ego es muy fuerte, decimos ‘yo soy’, y el ego siente su poder, cree que puede hacer cualquier cosa, ser mejor, cambiar de hábitos, cambiar a los otros, etc. Pero la verdad es que no puedo transformarme, porque más allá de la identificación, ya soy, no hay nadie a quien transformar. No puedo transformarme ni transformar a otros, el ego solo puede crecer, no tiene interés en que rompamos la identificación con él, el ser conscientes, el vivir en el ser, lo experimenta el ego como su muerte. 

Podemos crear un espacio para el proceso de pasar de la conciencia del yo soy, a la consciencia de ser. A través del silencio interior o de su búsqueda, de la observación de la corriente de pensamientos, de la meditación, creamos este espacio, que al aquietar al ego y sus demandas deja entrar el silencio, la quietud, el amor, la luz de la consciencia.

Hay elementos del trabajo espiritual que están siempre a la mano para ayudar en esta tarea: el momento presente, la respiración, la relación en sus múltiples formas también se puede transformar en un campo de trabajo espiritual.  

La relación está siempre a la mano, porque vivimos en relación permanentemente, nos relacionamos con las cosas, con nosotros, nuestro cuerpo, nuestros momentos, con la naturaleza, con la ciudad en que vivimos, con nuestros semejantes. Cada una de estas relaciones nos invita a estar conscientes, a través de la práctica de la atención, del cuidado amoroso y paciente que ponemos en las relaciones que establecemos.

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