Dentro de las grandes posibilidades y herramientas que nos ofrece Cafh en nuestro proceso de desenvolvimiento espiritual, está la Meditación y dentro de estas podemos nombrar: la meditación afectiva, la meditación discursiva, la meditación potencia, la meditación pasiva, la meditación sensitiva. Ésta última ha resultado ser en mi experiencia un gran cable a tierra, que me conecta con el presente.
Meditación Sensitiva
La meditación sensitiva tiene cinco pasos, cada uno dedicado a uno de los cinco sentidos: ver, oler, gustar, tocar y escuchar. Para algunas almas es muy necesaria la meditación sensitiva; el ser, tomando sus sentidos, los vigoriza y los orienta hacia su conveniencia espiritual. Si, por ejemplo, quiero meditar sobre la rosa, la miró bien hasta que los ojos se impregna de su belleza, aspiró su fragancia, procuro sentir su frescura en la boca, imagino palpar sus sedosos pétalos y escuchó el poema de un día que sólo ella sabe recitar.
La meditación sensitiva me ayuda a usar mejor mis sentidos. Cuando me concentro en una tarea o cuando algo llama mucho mi atención, en forma espontánea bloqueo los estímulos que puedan distraerme. Si bien este mecanismo me permite estudiar, realizar tareas delicadas, escuchar atentamente lo que otros me dicen y disfrutar de lo que me interesa, no me permite percibir todo lo que me dicen los sentidos. Por ejemplo, mientras veo una película apasionante percibo muy poco de lo que me rodea, incluso el paso del tiempo. Cuando me apasionan los colores de un paisaje quizá no escuche el canto de los pájaros; si solo me interesan los pájaros, es posible que no perciba la belleza de los árboles en los que se posan. Fuera de los momentos en que necesito o quiero prestar atención suelo estar tan encerrada en mí misma que no reparó en los mensajes de mis sentidos.
Fuera de lo que puedo percibir por medio de ellos, cada sentido me trae uno o más mensajes. Cada cosa que veo, escucho, huelo, toco, gusto, me dice mucho más de lo que recibo por esos sentidos. Detrás de cada cosa que veo o uso está alguien que la pensó o ejecutó; detrás de las figuras de las personas que veo o escucho hay seres humanos, detrás de las imágenes de la naturaleza están la belleza y la perfección de las leyes que la rigen. Mis sentidos no solo me conectan con la vida sino también son vehículos para sus mensajes.
Una variación de la meditación sensitiva puede ser dejar de lado las reacciones emotivas que pueden producir lo que percibo y concentrarme sólo en la percepción del sentido en el que me concentro. Esto me ayuda a aprender a percibir sin juzgar, algo valioso no sólo en el ámbito de los sentidos sino en el que abarca todo el espectro de la percepción, como cuando veo o escucho a una persona. Esta técnica consiste en internalizar lo que percibo tal como es, sin deformarlo con mis reacciones emotivas. Recién después podría acercarme a un juicio más o menos imparcial sobre lo que percibo y recibir el mensaje que encierra. Por ejemplo, al percibir un olor que me disgusta, no juzgarlo sino concentrarme en él; al ver algo que me gusta dejo de lado el disfrute y me concentro sólo en lo que me dice la vista. Al desechar los juicios y las reacciones que me producen los estímulos puedo descubrir con mayor claridad qué me dicen mis sentidos, ya que siempre me envían un mensaje.
También puedo aplicar la técnica de la meditación sensitiva al cuadro imaginativo de la meditación afectiva, adecuándose a los diferentes temas de meditación. Por ejemplo, oler algo que me asquea o gustar algo que me repugna puede moverse a aborrecer; escuchar el llanto de criaturas desamparadas, a sentir desolación; el doblar de las campanas, a pena o compasión; un cántico espiritual, a elegir; el murmullo de una fuente, a sentir paz y consuelo; el perfume de una flor, a sentir gozo; el delicado roce de la brisa, a percibir la fugacidad y la eternidad del instante presente.
Esta es una modalidad de Meditación, en que logró conectarse conscientemente con el presente, el aquí y ahora, corto y suelto todo pensamiento, sentimiento o acción que me distrae del presente, este ejercicio es realmente cautivante.
Lo comparto desde la vivencia que tuve un día nublado frente al mar, en que vi el cielo repleto de nubes, el oleaje del mar, la arena mojada, vi el horizonte adornado por bandadas de aves surcando el cielo, escuché el sonido rítmico de las olas al reventar en la orilla, el maravilloso piar de los pájaros, escuché mi propia respiración, el palpitar de mi corazón, olí el mar, gusté de su salinidad, palpé su humedad, sentí como la brisa marina acariciaba mi rostro, sentí las gotas de rocío del oleaje marino mojando mi cara, viviendo una experiencia de total unidad y presencia. Esta meditación me da la posibilidad de estar conectada conscientemente, focalizando mi atención en cada acto del quehacer diario, lo que me permite elegir mis pensamientos, sentimientos y acciones. Y por sobre todo aprender a vivir en el presente, el aquí y ahora, agradeciendo profundamente todo lo que nos brinda la vida desde su sencillez y simpleza.