Muy comúnmente se entiende por amor la relación romántica de una pareja. Sin embargo, esta es una relación muy pequeña comparada con los muchos tipos de amor, especialmente con el amor a todos y a todo. El amor es bondadoso, se mortifica para ayudar a los demás. Al respecto recuerdo el ejemplo de bondad que me dio un director espiritual. Este director tenía muchos discípulos que él sabiamente guiaba y estaba siempre disponible para todos. Un día le pregunté en qué consistía ser bondadoso, y me dijo: “Yo necesito ganarme la vida y para ello necesito de mi tiempo, pero cuando voy saliendo para el banco, por ejemplo, llega alguien con un problema. Y yo lo atiendo aún cuando me significa dejar de lado mis intereses. Si yo hubiese querido habría sido un hombre rico, y sin embargo soy feliz con muy poco.” Este director espiritual se llamaba René Santiago Barbuy, y era un genio de inteligencia y bondad. También decía que había que ser como una de esas lavanderas antiguas que hacían el humilde trabajo de limpiar la mugre de los demás. Que eso era tener un corazón grande. O sea, limpiar de su mugre interior a las personas. Es decir limpiar sus pensamientos y sentimientos negativos. ¿Cómo? Con amor. Señalándole que el odio y rencor no son buenos consejeros, ni buenos para uno. El odio sólo perjudica al que odia, y no al odiado.
A veces el amor es grandioso, y sentimos que lo irradiamos, pero el amor se prueba en la dificultad. Puede suceder que estemos pasando una etapa de aridez, y estamos con una sensación de sequedad afectiva. Es precisamente ahí donde debemos perseverar, pues probablemente estamos en buen camino. Dicen que la aridez es señal de que uno está cambiando y para mejor. Puede suceder que estemos con una persona que nos ama de manera extraordinaria y también nosotros sentimos un gran sentimiento de amor puro por ella. En estos casos no necesitamos decirle al otro que lo amamos pues ambos sentimos la fuerza de nuestro amor. Por supuesto que no me refiero a sólo un amor de pareja.
El amor engendra paz, plenitud, sosiego, y todo tipo de bien y salud.
El amor lo hace a uno perceptivo. Me ha sucedido a veces que me acuerdo de alguien y lo llamo por teléfono y esta persona me dice, “llamas justo en el momento en que más lo necesito.”
Algo extraordinario del amor es que cuanto más amamos más amor recibimos. Amor con amor se paga. Y uno cosecha lo que siembra. Dicen que el amor todo lo soporta, todo lo sufre.
Es difícil aceptar algunos sufrimientos, pero si uno se rebela la carga es peor. La oración, hecha con fe y amor, puede ser un gran apoyo en los momentos de dolor y prueba. Hay que estar atento a lo que uno está rezando. Por ejemplo, en el Padre Nuestro uno dice: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.” Es mejor repetirlo con atención e intención, o sea, atento a lo que uno quiere y debe perdonar. Cuando uno se rinde a la voluntad de Dios y la acepta, cae la barrera que nos amarra al sufrimiento. El sufrimiento se hace así más soportable, nos ubicamos mejor respecto de lo que nos toca sufrir en relación con los sufrimientos de los demás. Todos llevamos una cruz, y la nuestra es de acuerdo a lo que podemos soportar. Con seguridad hay cruces mayores. El sufrir a veces, nos purifica, nos ayuda a comprender a los demás y nos hace mejores, cuando lo aceptamos. El trabajo manual hecho con delicadeza y amor es también una buena ayuda para uno y los demás. Otra forma de orar con amor es pensar y desear todo tipo de bien para alguna persona, grupo de personas, o propósito santo, durante un buen rato.
El amor es sufrido, es sufrido en el sentido que cuando uno ama profundamente a alguien y sabe que dicha persona sufre, participa de ese sufrimiento amorosamente. Somos compasivos.
El amor no se hincha, no se engríe. Es humilde a pesar de que es muy poderoso.
El amor no es celoso. Los celos son un error, puesto que el amor que uno siente, por ejemplo, por un hijo, no le quita nada al amor que uno siente por otro hijo. Y esto es válido para todo sentimiento amoroso. El amor no tiene límites.
El amor empieza por el amor que uno siente por algunos seres cercanos, como hijos, padres, y la familia en general. Luego vamos incluyendo a los que nos aman a uno. En seguida amamos a personas muy bondadosas, y así vamos incluyendo a los demás. Pero, es necesaria mucha oración y desenvolvimiento para amar a los enemigos, a los que no nos quieren, y en general a todos, tal como son.
Todos tenemos virtudes y defectos. Es necesario ver, y hacer salir, las virtudes de los demás. Es decir, que es conveniente fijarnos en las virtudes de los demás y no en sus defectos. Y tratarlos con amor. En general, cuando uno se dirige a alguien en buena onda y con amor, la persona también responde bien.
El amor no busca sus propios intereses. O sea no es egoísta. Cuando uno ha sido educado en el respeto y preocupación por los demás, uno actúa naturalmente sin buscar el propio interés. Esto no quiere decir que uno no tenga en cuenta, a veces, lo que le conviene. Por ejemplo, si uno tratando de solucionarle un problema a alguien se desgasta tanto que le afecta su salud, y se transforma a su vez en un problema para los otros, sería necesario cuidarse y ayudar con criterio.
Muy a menudo la vida nos exige esfuerzos y sacrificios. Cuando esto es así, pensemos que vamos tras las huellas de Dios y ofrendemos esta mortificación por todos los seres del mundo. Aunemos esfuerzos con todos los demás. Estamos en este mundo para ayudarnos, para alentarnos, comprendernos, y acompañarnos unos a otros.
El amor no cambia, no va de sentimientos negativos de odio a otro polo de apego y entusiasmo afectivo por algo o alguien. Muy a menudo nuestro amor tiene una buena dosis de apego. El amor apegado es posesivo. Quiere poseer la persona, o el bien amado. La vida le va enseñando a uno a desapegarse. Y más vale hacerlo pronto pues si uno no aprende, la enseñanza es más fuerte y dolorosa. Como decía la famosa doctora y directora espiritual, Elizabeth Kubler Ross, primero nos llega un palo de 2×4, para corregirnos de algún error. Si no aprendemos nos llega un palo de 4×6, luego uno de 8×12, y así hasta que aprendemos.
El tema del amor tiene mucho por decir, y estoy consciente de que no cubro todo lo que es. Probablemente me queda mucho por aprender al respecto. El amor es fino en el trato, delicado a pesar de ser muy fuerte y poderoso. Por ejemplo, si alguien se comporta de manera poco amorosa con uno, no es amor responder con ira o resentimiento. Amar es calmarse y luego dejar en claro lo que nos pareció mal. No es amor sentirse provocado por un trato descortés o lo que sea. Amor es comprensión y justificación para el otro. El amor no anda pensando en el daño que me hizo otra persona, o personas. El amor es fuerza para corregir con firmeza y claridad al que nos daña.
El Amor no cambia.
El Amor no se muda, como decía santa Teresa de Ávila. O sea, es como la raíz de un árbol que siempre está ahí, mientras el árbol puede ser azotado por tempestades, así como uno puede ser azotado por circunstancias de la vida.