Una entrevista a Karlfried Graf Durckheim
Karlfried Graf Dürckheim nació en Munich,1896. En 1932 fue nombrado profesor de psicología en la Academia de Pedagogía y profesor universitario de filosofía en Kiel, Alemania. De 1937 a 1945 vivió en Japón, donde hizo un estudio en profundidad del budismo zen. Desde el año 1948 a la fecha de la entrevista, trabajaba en Todtmoos-Rütte como psicoterapeuta y estaba a cargo de un Centro de Enseñanza y Encuentro, donde la gente vive en retiro durante un período de tiempo y participa en diversos cursos con objetivos espirituales. Es autor de varios libros sobre temas espirituales, meditación, el ser esencial.
La siguiente entrevista, realizada por Axel Braumüller y Gioconda Moreno en Todtmoos-Rütte, Alemania, fue publicada en una revista de Cafh (Seeds of Unfolding) en 1986.
Entrevista
P: ¿Es posible que los principiantes mediten por sí mismos leyendo un libro como el suyo, o necesitan una guía?
R: Sí, necesitan a alguien. Alguien que quiera meditar en serio debe estar acompañado por una persona que le ayude de vez en cuando. Aquí en Alemania practicamos la meditación Zazen que proviene del budismo zen. Pero en realidad no tiene nada que ver con el Zen. En realidad, es una forma de llevar a la quietud, y lo que sea que le hable a uno en este silencio no es budista ni cristiano; habla en un lenguaje propio. Cada uno de nosotros tiene un «ser esencial». “Ser esencial” significa la forma en que lo sobrenatural es representado dentro de nosotros y cómo quiere manifestarse a través de nosotros en el mundo. Creemos que estamos buscando nuestro ser esencial, pero el ser esencial nos busca a nosotros. Tenemos que dejar que nos encuentre.
P: ¿Podría explicarlo con más detalle?
R: En el Zen tradicional, uno simplemente se sienta quieto y escucha al ser interior, liberándose gradualmente de los pensamientos e imágenes y se relaja totalmente, centrando la conciencia de todo el cuerpo en la región pélvica, para luego subir lentamente hacia el corazón. Es importante no buscarse a sí mismo, mas bien permitir que lo divino lo encuentre a uno.
Todo viene a nosotros y debemos seguir esa pauta.
¿Conoce la historia del hombre que trató de abrir la puerta del cielo? Podía oír voces de ángeles en el otro lado, pero no importaba lo mucho que intentó, no pudo empujar la puerta para abrirla. Por fin cayó extenuado en el suelo, todavía sujetando con fuerza la manilla. Justo en ese momento se dio cuenta de que la puerta se abría hacia adentro, mientras que él había intentado todo el tiempo tirarla hacia afuera.
Suelo decir a la gente que medita: «No se siente y concentre en su interior, sino que medite de tal manera que algo bueno emane de usted; el mundo lo necesita. «
P: ¿Qué papel desempeña la meditación en su vida diaria?
R: Aquí, en nuestro centro, el día comienza con la meditación. Todos los días a las 6:45 de la mañana, durante los últimos 30 años he estado en la sala Zen Do presentando una meditación. Esta es una buena manera de empezar el día, tratamos de deshacernos de todos nuestros pensamientos que se centran sólo en la supervivencia y, en su lugar, escuchar el interior. Esto nos lleva a un tipo de silencio en el que recibimos algo, que podemos expresar en nuestro comportamiento durante el día.
Siempre digo a la gente: “Cuando se aleje del lugar en el que ha estado meditando, comienza realmente el Zen. Todo el día se experimenta en otra dimensión mientras uno se esfuerza por vivir con el mundo mundo exterior. Ya no se divide la vida en dos, pensando: «Yo tengo que lavar los platos, pero también tengo una dimensión trascendente». Con el conocimiento de cómo lavar los platos, usted puede limpiar también su interior. Usted tiene que limpiarse a a sí mismo. Son cosas muy sencillas, nada complicadas. Es importante simplemente descubrir la individualidad de uno mismo y atenerse realmente a ella. Eso es esencialmente lo que estamos tratando de hacer.
P: Ahora tengo una pregunta general. ¿Estamos en el umbral de una nueva época, con un nuevo tipo de ser humano?
R: Se refiere al ser humano del tercer milenio, ¿no es así? ¿Cómo podría ser diferente? Yo creo que lo realmente nuevo es el hecho de que hay un gran número de personas que sienten que tienen otro objetivo como seres humanos más allá de la ética, a saber, un contacto realmente genuino con lo trascendente, con lo sobrenatural, en el mundo y en ellos mismos.
P: ¿Cree usted que la humanidad no necesita un nuevo redentor, como algunos esperan, sino que el redentor ya está presente dentro de algunas personas?
R: Bueno, un nuevo redentor, o como quiera que se le llame, si viniera, sólo podría sacar a la luz lo inmanente divino.
Eso es lo mismo que manifestar el Cristo interior o el Ser sobrenatural, que es el centro de toda la vida.
Al ser humano se le ha dado la posibilidad de tomar conciencia de ese centro en experiencias muy especiales, que se llaman experiencias místicas. Hasta hace poco, tanto los científicos naturales como los como los teólogos negaban el valor de tales experiencias.
Hoy en día, la ciencia, incluso más que la teología, está descubriendo su importancia. Por ejemplo, el científico que llega a un punto muerto en un problema y no puede continuar hasta que se da cuenta de que la solución está en una dirección diferente de la que ha estado siguiendo. Permítanme un ejemplo. Jesko von Puttkamer, el hombre de la NASA que participó en el envío de un transbordador al espacio, me escribió una vez, «¿No es extraño? Cada vez que leo sus libros, me encuentro en el mismo estado de ánimo que cuando estoy en la cima de un pensamiento intenso sobre un problema en el programa espacial. Es muy interesante». Vino aquí y se convirtió en un buen amigo de Todtmoos. Esto es un ejemplo de la ciencia que va más allá de sus propios límites.
P. A medida que las cosas se vuelven más complejas y abstractas, tenemos que ir más allá del sistema lógico de pensamiento y avanzar hacia lo trascendente. ¿Cómo podemos hacer esto?
R: Hay personas buenas, que son moralmente intachables, pero que no tienen idea de lo inmanente trascendente. No tienen ningún órgano para percibir esa dimensión. Hay otros, artistas y gente de genio, quienes, desde el punto de vista de la moral establecida, son cualquier cosa menos intachables, pero que sí tienen un órgano para percibir lo inmanente trascendente, esa otra dimensión, y que son capaces de expresarla.
P: ¿Es el arte una forma de contactar con Dios?
R: Sí. Creo que toda obra de arte real tiene su propia trascendencia inmanente.
Un amigo me dijo una vez: «¿Sabes? Cuando voy a una exposición de arte y veo un cuadro que me gusta, me siento allí sin moverme durante unas tres horas. Y créeme, entonces ocurre algo».
No todo el mundo tiene esta paciencia, por supuesto. Pero creo que hay algunas personas que saben cómo ir más y más profundamente en una pintura. Cuanto más grandiosa sea la obra, cuanto menos se puede decir «Esto es hermoso». En cambio, usted dice: «Esto me conmueve».
La obra tiene profundidad, lo conmueve, es transparente a lo inmanente trascendente. Puede ser un Picasso temprano, un Rembrandt, un Van Eyck o cualquier obra de arte real.De repente es tocado por una dimensión totalmente inesperada. Esta realidad misteriosamente abrumadora se experimenta de diferentes maneras.
Está el mundo de la naturaleza, el silencio del bosque. Cuando uno entra en un bosque que es realmente silencioso y se escucha ese silencio y se entra en él, se descubre entonces por primera vez el silencio intrínseco. Hay un momento en el que algo se mueve en uno que, de otro modo, no se movería. O bien, se puede contemplar el cielo estrellado y dejarse llevar en él por completo.
Nuestra época se caracteriza por el crecimiento, en el sentido de percibir la otra dimensión.
P: ¿Qué importancia tiene la experiencia mística para usted?
R: Es la base de mi trabajo. Indica que existe un ser más profundo del que estamos conscientes. El misticismo es indefinible. La pregunta: ¿Existe una persona cuya vida esté guiada por la experiencia de lo inmanente trascendente? Siempre digo que la gente puede contactarse con la otra dimensión en cualquier momento. El objetivo no es buscar algo espectacular, sino practicar la vida como una experiencia espiritual cada día.
P: Los japoneses hablan de iluminación.
R: Hablan de satori, la gran iluminación, y de kenscho, la iluminación menor, pero no se pueden inducir estos estados. Un amigo mío que pertenecía a un grupo de meditación
y nunca había tenido kenscho pensó que de alguna manera tenía que hacerlo. Un día, cuando estaba en Tokio, se sentó en un jardín a meditar. Se dijo a sí mismo, «Ahora debo experimentar el kenscho«. Un anciano se acercó, le dio una palmada en el hombro y le dijo: «Mi amigo, eso no sucederá». ¿No es una buena historia? La vida espiritual tiene sus propias leyes y usted no puede manipularlas.
P: ¿Podría hablarnos de su Centro?
R: Llamamos a este lugar el Centro de Terapia Iniciática y nuestro trabajo se basa en la experiencia iniciática. Una experiencia de este tipo es mística, en la que una voz le dice: «Ahora ha experimentado algo único que no ha de quedarse en un simple recuerdo agradable, sino que lo llevará a intentar convertirlo en testigo y dar testimonio de lo que ha experimentado”. Si puede hacerlo, puede convertirse en una persona plena. Nuestro trabajo se basa en la idea de que existe la posibilidad de apelar y hacer visible en las personas la dimensión trascendente, y de relacionarse de esta manera. Tenemos un arsenal de ejercicios especiales, como el dibujo guiado de Maria Hipius o la interacción del cuerpo y el alma (Leibarbeit) del que soy el principal responsable.
El trabajo sobre la interacción del cuerpo y el alma no es un entrenamiento físico. Es algo totalmente diferente. Al igual que la perfecta técnica japonesa, no se trata de alcanzar un objetivo materialista, sino dar un paso hacia el ser interior. En Japón, mi ejercicio especial era el tiro con arco. Aprendí que es completamente diferente si lo hago como un ejercicio espiritual y no como un ejercicio para dar en el blanco.
P: ¿En qué se diferencia su práctica del Zen?
R: La mayor diferencia entre el zen japonés y lo que hacemos aquí es que el zen japonés, al igual que todas las prácticas orientales, termina con la sensación de estar en contacto con la unidad del universo, mientras que para nosotros el punto es el encuentro en el mundo con la unidad del universo: la vida cotidiana como ejercicio espiritual.