Por Enzo Mariani -Argentina , Rosario (Revista Vuelos)
Según el lugar en que la vida nos ha colocado y las posibilidades de que disponemos nuestra responsabilidad varía enormemente. Cuando la supervivencia es la única posibilidad de que dispone el hombre, su mirada no puede ir más allá, y el dolor y la lucha por la vida es la constante de su existencia. Algunos de nosotros hemos sido agraciados con todas las posibilidades: una familia en la que fuimos recibidos, el amor de nuestros padres, crecer en un ambiente sano. Disponemos de los bienes materiales básicos: agua potable, alimentos, aire limpio, energía, vivienda; disponemos de bienes sociales: educación, salubridad, recreación, relaciones sociales, trabajo; de bienes espirituales: libertad de pensamiento y de culto; acceso a doctrinas, enseñanzas, métodos de vida, ceremoniales y de bienes a futuro: ahorro, previsión, planeamiento, presupuestos adecuados a las situaciones cambiantes. Vayamos un poco más allá de la consideración de los bienes que ya mencionamos y formulemos algunas preguntas. ¿Cuáles son los bienes esenciales que nos han sido dados? ¿Cómo nos relacionamos con ellos? El bien fundamental es el de la VIDA. ¿Qué relación establecemos con ella? Para darle un sentido trascendente a la vida que estamos experimentando, podemos hacer un esfuerzo consciente y deliberado por desarrollar nuevas formas de percibir lo que llamamos la realidad. Tratamos de lograr una concepción de ser más amplia y abarcante que alineará nuestras acciones con esa nueva cosmovisión. Mi vida se inserta indefectiblemente en la trama de la VIDA. Desde esta percepción nada de lo que acontece me puede ser ajeno. Un bien que hemos ido desarrollando es la CAPACIDAD PARA RAZONAR Y COMPRENDER. Estamos inmersos en un sistema que nos excede: la familia, el barrio, la ciudad, en suma, la humanidad, el cosmos, y formamos parte de ellos. Nos damos cuenta así de nuestra participación en todo lo creado. LAS HABILIDADES INDIVIDUALES, LAS PROPIAS DE CADA INDIVIDUO. Durante nuestro crecimiento como personas, vamos desarrollando distintas habilidades, diferentes condiciones, algunos somos buenos con las matemáticas, otros tenemos habilidades manuales, artísticas, otros son excelentes docentes, etc. ¿Qué hacemos con ellas? ¿Compartimos y transmitimos esas habilidades y conocimientos o los usufructuamos para nosotros, para que crezca nuestro prestigio, el reconocimiento de los demás o nuestro enriquecimiento personal?
El TIEMPO. El intervalo entre nuestro nacimiento y nuestra muerte; el recorrido vital de que disponemos. ¿Pasamos por la vida como en un sueño, sin profundizar sobre su sentido, en trivialidades banales o la transformamos en un espacio para aprender, desenvolvernos, expandir nuestra conciencia, abrirnos a nuevas posibilidades? Un Maestro solía decir: “Tengan como un compromiso de honor no perder tiempo inútilmente”. Usamos mejor el tiempo planificando con flexibilidad, viviendo el presente atentos y despiertos a la realidad de este momento.
La ENERGÍA. Solemos gastar nuestra fuerza vital en emociones y pensamientos negativos que nos desequilibran; en deseos apropiativos, en afanes posesivos, en anhelos irrealizables. En realidad, somos como pilas recargables que multiplican su fuerza en la dación, en la preocupación por el otro, en el olvido de sí. El uso consciente de los bienes implica una relación diferente con los mismos, una postura no posesiva sino agradecida; una conducta propia de un administrador sabio y ecuánime en lugar de un dilapidador inconsciente con la errónea concepción de “dueño”. Si nos concebimos como depositarios de un caudal valiosísimo de bienes y los cuidamos con ecuanimidad, con un sentido de participación justa y equilibrada de los bienes del mundo, generaremos inclusión y paz.
Lo he leído como un regalo de sabiduría. Reconforta y motiva.
Muchas gracias por tus palabras querida Gioconda.