Cuento: La vocación

En un pequeño pueblo de montaña, vivía una jovencita muy dulce y solidaria llamada Ana. Sus días transcurrían calmos en la belleza del lugar, observando la naturaleza que mostraba la maravilla de la vida. Cierto día encontró a una anciana sentada a la orilla de un arroyo de aguas cristalinas, y le preguntó:

– ¿Qué necesita? ¿Le puedo ayudar?

– Nada –fue su respuesta- lo tengo todo. Vivo en libertad, consciente, con dignidad y profunda integridad.

La respuesta produjo gran curiosidad en Ana y, sentándose junto a la anciana, volvió a preguntar:

– ¿Qué es vivir en libertad?

– Es descubrir nuevas dimensiones que desconoces y que están dentro de ti. Y agregó, si estás dispuesta a aprender presta mucha atención, pues algo comienza a revelarse. Es la voz de tu corazón que ha descubierto tu propio fuego. Imagina otro corazón tanteando en la oscuridad y que una llamita tuya salta hasta él y lo enciende, y luego otro, y otro, de modo que el fuego sagrado va de un corazón a otro brindando amor y libertad de dar el potencial que todos tenemos.

– ¿Puedes decirme qué es integridad y dignidad?

– Es el tesoro más grande que puedas encontrar. Es ser tú misma.

El mundo necesita mucha gente consciente, amorosa y sincera; fuerzas muy poderosas, capaces de crear un modo de vida fundado en el amor. La joven escuchaba con mucha atención, mientras experimentaba la sensación de que algo despertaba en ella. Caía la tarde y llegaban las primeras sombras. Era hora de regresar. A partir de ese encuentro pudo ver de otra manera la experiencia de vivir. Pasaron los años y llevó por siempre su tesoro más grande: el de la vocación, que se fortaleció aquella tarde junto al arroyo.

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