Capítulo II “Prácticas” Libro: “Prácticas de Desenvolvimiento”, Edición 2019, Cafh
Como hemos estado revisando, los ejercicios de detención son una de las maneras de hacer introspección. Ellos nos ayudan a observar en forma objetiva nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra conducta y a evaluar lo que observamos en nosotros y lo que producimos en nuestro entorno. Se podría decir que los ejercicios de detención son meditaciones condensadas en pocos instantes.
Hoy revisaremos en qué consiste ejercitar la AUTOEVALUACIÓN:
Podemos considerar la autoevaluación como un acto contrario porque solemos resistirnos a hacerla, especialmente si tenemos que efectuarla ante otros. Es importante descubrir el porqué de esa resistencia, ya que puede revelar aspectos nuestros que necesitaríamos reconocer y trabajar sobre ellos.
El ejercicio de autoevaluación es un momento de detención para observarnos en forma objetiva y hacer juicios tan imparciales como nos sea posible sobre lo que vemos en nosotros y en lo que producimos por nuestra manera de ser y de actuar. Por ejemplo, evaluamos cómo nos relacionamos con familiares, amigos y extraños; cómo cumplimos con nuestras responsabilidades, nuestros compromisos, nuestra vocación. Especialmente, es importante que hagamos autoevaluación de aspectos en los que sabemos tenemos conflictos o en los que otros nos dicen que los tenemos. Conviene que nuestras autoevaluaciones sean consistentes en el tiempo para poder observar cómo evolucionan nuestras respuestas en ellas. Si las hiciéramos sobre temas diferentes de los que necesitaron nuestra atención, dejaríamos sin efecto las autoevaluaciones desde el punto de vista del progreso.
También es bueno hacer autoevaluaciones periódicas respecto de las decisiones que ya hemos tomado, para saber si se corresponden con el ideal o el objetivo que hemos elegido realizar. Anualmente podemos hacer autoevaluación de nuestra vida.
Para que este ejercicio nos de buenos resultados, necesitamos reconocer primero nuestras limitaciones. Por más que seamos eficientes y exitosos en algunas áreas, no es común que lo seamos en muchas, y menos aún en todos los aspectos de nuestra vida. Tener limitaciones no es un defecto, es natural en nuestra condición humana.
Además de aceptar que somos limitados, conviene que reconozcamos con claridad en qué lo somos. No sea que cuando alguien nos señale algo que podríamos mejorar no lo aceptemos y continuemos actuando como si fuéramos excelentes en el área en la que nos llamaron la atención.
Por otra parte, cuidemos de sentirnos siempre contentos con la manera en que somos y actuamos, no sea que esa visión optimista sea porque no nos importa que nuestra manera de ser perturbe a otros o afecte negativamente nuestras responsabilidades y trabajos. Por eso, cada vez que escuchemos una crítica o nos hagan alguna observación, vale la pena detenernos un momento, separarnos interiormente de la situación para poder observarla con objetividad y discernir lo que necesitamos aprender y aplicar en esos casos.
No esperemos sentirnos muy felices con el resultado de nuestras autoevaluaciones, siempre encontraremos algo que necesitamos mejorar o cambiar. Estos descubrimientos sí tendrían que darnos alegría, ya que nos señalan con bastante acierto lo que podríamos hacer para continuar con esperanza nuestro camino.
Tampoco tenemos que desanimarnos cuando nos critican; al contrario, las críticas nos permiten aprender sobre nosotros mismos. Hasta tendríamos que pedirlas y agradecer a quienes nos la hacen. Quienes se relacionan con nosotros siempre nos están evaluando —mientras nosotros también los evaluamos— y ven en nosotros aspectos que no esperábamos o no admitíamos tener; es bueno que los reconozcamos y trabajemos sobre ellos.