Despejar bloqueos Internos

Por Víctor Bullaude – Revista Vuelos
 
Habitualmente pensamos que todo lo que impide la “natural” expansión de nuestra conciencia está fuera de nosotros. Así esperamos que cuando mejoren las condiciones que nos rodean tendremos el campo propicio para realizar nuestro propósito en la vida, aquello que llamamos la vocación espiritual de nuestra alma. Hasta aquí vemos que todos los que pensamos de esta manera aún estamos esperando esa oportunidad que, aparentemente, no llegará.
 
HABITUALMENTE TAMBIÉN PENSAMOS que ocuparnos del propósito de nuestra vida es una lucha interminable y agobiante, contra un enemigo desconocido que debemos derrotar. Pensamos muchas veces que el propósito de nuestra vida es poseer cada vez más o conquistar poder personal para prevalecer sobre los demás o tal vez ser alguien que se destaque y sea reconocido y admirado. Lo que ignoramos es que no necesitamos nada de eso para expandir nuestra conciencia, que es alivianando nuestras “cargas” que caminaremos libremente y aprendiendo siempre.
 
Podríamos tomar como una analogía los canales para riego. El flujo de agua corre naturalmente en ellos por la pendiente del terreno sin que nadie la empuje en su andar. Naturalmente, liberada en su cauce va hacia su destino. La hierba crece sin esfuerzo. El niño crece sin luchar para lograrlo. Solo se abandonan en brazos de la vida. ¡Y esta funciona de maravillas! Cuando comienza nuestro aprendizaje “formatizado” –por las buenas o por las malas influencias externas– vamos configurando insensiblemente un programa en nuestra mente, con la ayuda de los que nos rodean; el programa nos encierra dentro de un conjunto de “ideas hechas” que reconocemos como leyes, costumbres, hábitos, creencias, etc. impuestas por códigos acordados en la sociedad, a lo largo de la historia humana.
 
De esta manera nos programamos o “domesticamos” -para luchar y conquistar en la vida objetivos también acordados por otros-. Mientras tanto “Yo” continúo ignorándome: “no me reconozco”. ¡No sé quién soy!; Lo que conozco de mí es lo que otros dicen que “debo” ser y lo que creo que soy. Mientras tanto mi “verdadera identidad” continúa oculta, ignorada, confundida. El programa formateado en mi es el que determina lo que pienso y siento.
 
Mi verdadero sentir está sofocado. Mi voz interior también. Estoy preso, condenado sin saberlo; respondiendo a un “programa predeterminado”. ¿Podemos reconocer este hecho en nosotros mismos? Buscar nuestra liberación interior no es una lucha. Es un trabajo honesto, perseverante y conciente, a través de un método sencillo y eficiente. La tarea es mantener la “Red” libre de bloqueos. ¿Luchar? ¿Contra quién?, para… ¿conquistar?… ¿qué?
 
Cuando aparecen obstáculos en los canales, piedras sobre la hierba o maltrato a un niño vemos que comienzan las desviaciones en la corriente de agua; muere la hierba; se perturba el desarrollo del niño y esto como consecuencia afecta al desarrollo de la humanidad. Nuestra evolución individual es una réplica de la evolución humana. Tal como cada uno de nosotros evoluciona e influye en la Humanidad, cultivar esta sensibilidad es un gesto de grandeza.
 
¿Qué es lo que produce las desviaciones en nuestra evolución?
 
¿Está en nuestras manos despejar los obstáculos que la detienen, demoran o desvían?
 
¿Cuál es la naturaleza de esos obstáculos?
 
Nuestra ignorancia respecto de lo que somos y de cómo funcionamos -en la interacción cotidiana- constituye un obstáculo enorme en nuestra búsqueda de liberación interior. Tal vez sea esta ignorancia la causa raíz de todas las desviaciones en nuestras vidas.
 
Esta ignorancia se refleja en nuestras relaciones más comunes y cotidianas. Somatiza en nuestra violencia; en nuestro afán de posesión; en nuestro afán de imponernos; en nuestra identificación con cosas, personajes, ideas y otros artículos de éxito promocionados a un alto costo. Al mismo tiempo, si estamos dispuestos y atentos, podremos ver que en la interacción se evidencia lo que necesitamos saber acerca de nuestra realidad. ¡Ser, lo que somos! es el mandato divino. Ni más, ni menos.
 
Todo el resto es añadidura y muchas de ellas bloquean la libre expresión de nuestra individualidad cuando nos sometemos, inconscientes, a nuestras ansias de posesión. El qué hacer se reduce entonces a despejar los canales; a quitar las piedras que matan la hierba y a dejar crecer al niño que está en nosotros, sin apagar el fuego sagrado que traemos a este mundo. El qué hacer se expresa entonces en el progreso armónico y evidente de nuestras relaciones, aprendiendo a aplicar fructíferamente lo aprendido para el bien de todos. Nuestro verdadero SER se manifestará luminoso, como piedra preciosa que descubrimos al quitarle las incrustaciones que nuestra ignorancia depositó con el tiempo, ocultándola a nuestros ojos.

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