Para muchos de nosotros, sino todos, la pandemia se ha transformado en un gran problema social, afectivo, y económico. Pero, incluso antes de la pandemia, habitualmente consideramos que tenemos varios problemas. ¿Es simplemente una forma de decir, o en verdad sentimos que en nuestra vida hay un montón de problemas?
Tal vez hacer una distinción entre lo que consideramos un problema y una dificultad, nos pueda ayudar a entender esta tendencia, y a posicionarnos de mejor manera frente a lo que llamamos un problema.
Quizá nos hemos acostumbrado a expresar de esa forma un sentir recurrente, que aún no existiendo una dificultad real, nos sentimos agobiados por problemas.
La palabra «problema» la usamos con varias significaciones. La más simple es un problema matemático, como aquellos que aparecían en pruebas cuando éramos estudiantes. En este caso, la palabra alude a encontrar la respuesta a una pregunta que requiere una solución a través de un método estructurado y muchas veces complejo. La RAE también dice que problema es un «conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin».
En ninguna de las acepciones de la palabra problema, encontramos el componente anímico que usualmente incluímos cuando decimos que tenemos un problema. Es decir, cuando decimos que tenemos «un problema» implícitamente incorporamos nuestra propia relación con «las circunstancias que dificultan la consecución de algún fin». En este sentido, estar frente a un problema no es lo mismo que estar frente a una dificultad.
Las dificultades son los hechos o circunstancias que aparecen recurrentemente en la vida, y que para afrontarlos requieren de nuestra inteligencia y recursos para superarlos. Podríamos decir, entonces, que las dificultades son más bien objetivas. En cambio, un problema es «el embrollo mental/emocional que nos hacemos» frente a las dificultades. Luego, dos personas distintas podrían reaccionar en formas completamente diferentes a una misma dificultad.
Sin embargo, las dificultades siempre gatillan en nosotros pensamientos y sentimientos confusos y a veces dolorosos. Esto es normal, y no estamos diciendo que no debiera ser así. Pero si solo nos quedamos en esos sentimientos, si no podemos tomar distancia de nuestra primera reacción, entonces será mucho más difícil enfrentar «el problema». Cuando nos quedamos pegados en ese pensamiento/sentimiento comenzamos a buscar soluciones mágicas a los problemas, o a echarle la culpa a alguien. Por ejemplo, soñamos con sacarnos la lotería para solucionar todos nuestros problema económicos; anhelamos que cambien al jefe de la empresa para «eliminar» nuestros problemas de relación con él; esperamos que nuestra pareja sea quien cambie su actitud para poder amarla realmente, etc. Si continuamos viviendo de esta forma, nos dejamos tomar por la situación y nos desgastamos en fantasías que no nos llevan a ninguna parte.
Esta forma de enfrentar la vida nos dice que hemos hecho un problema de la dificultad, que no hemos logrado ir más allá de nuestra primera reacción y estamos pegados en nuestra acostumbrada forma de reaccionar a las dificultades. Como estas soluciones rara vez ocurren por si mismas, entonces rara vez logramos superar nuestros problemas.
En cambio, estar frente a una dificultad es reconocer, medir, sopesar tanto las circunstancias como mis alternativas de solución, pero sobre todo es tomar distancia para poder ver lo que sucede, tanto en mí como en lo otro, y aceptar primero lo que sucede, sin adornos y sin eufemismos.
Entonces, preguntémonos: ¿Cómo estamos viviendo la pandemia? Si la negamos, como algo fuera de mi órbita, y pensamos que mi comportamiento no va a incidir realmente en lo que suceda con los demás, que la pandemia sucede solo en las estadísticas a un nivel agregado, o que a la inversa, no hay precaución que valga, que es algo que me toma por entero con parálisis y angustia… es porque hemos hecho de la dificultad un problema.
Lo obvio de la pandemia es que no se va a solucionar por si misma, que se necesita de mi cooperación para que no se propague, pero que la vida no se termina ni se apaga con este tema. Todavía queda mucha vida y alegría por delante.