Autor: Jorge Ellicker
El planeta Tierra visto desde lo alto, más allá de sus propios límites, navega entre los otros planetas que conforman nuestro universo. Desde allí se ve como un pequeño punto sin divisiones que flota en la inmensidad del silencio, en perfecta armonía compartiendo en paz el espacio celeste.
Hoy, los hombres y mujeres que habitamos este planeta, viviendo inmersos en el ensordecedor ruido de nuestros propios e individuales afanes, somos sacudidos por algo inesperado, algo que nos hace caer la cáscara del individualismo, del egoísmo y de la inconsciencia. De pronto somos la humanidad toda, de pronto somos uno, la raza humana amenazada.
Las fronteras, ayer celosamente cerradas entre las naciones, hoy se abren para recibir agradecidas la ayuda y conocimiento de quienes, desde el sufrimiento, adquieren la experiencia que, impulsados por una desconocida generosidad, están dispuestos a compartir con quienes la necesiten.
El planeta Tierra, en silencio, testigo del encuentro entre los hombres, nos ofrece sus aulas para observar y aprender de este nuevo acontecer. Nos hace ver a través de la dura experiencia, que somos seres absolutamente vulnerables en lo material y que nuestra grandeza real se manifiesta en la fortaleza del espíritu.
Ante la inmensidad de lo que hoy nos amenaza, siento que soy uno más entre todos. Aprecio la vida entre mis semejantes y todo lo que me rodea, la verde naturaleza, montañas, desiertos, ríos y mares, el fuego, la lluvia, la vida silvestre animal y los maravillosos paisajes y colores del atardecer y el amanecer.
En esta nueva y silenciosa detención, miro hacia lo alto y observo la sinfonía del Sol en el espacio, la magia de la Luna y el brillante firmamento plagado de estrellas.
También aprecio la compañía de los seres con los que comparto a diario, esta vez para valorar con más amor su compañía y lo que significan para mí.
Siempre ha sido este mi mundo, mi vida. Hoy me pregunto por qué no lo vi así antes.
La Tierra en silencio, con dolor y con alegría es testigo de este nuevo amanecer del hombre, que hoy lucha como uno solo frente a la adversidad brindando sus máximas potencialidades para enfrentar el peligro que amenaza su vida.
La fuerza del espíritu se encuentra con sus más excelsos valores y nos da esperanzas y fuerzas para sobrepasar esta inesperada prueba.
La Tierra siempre en silencio verá crecer la nueva vida del hombre y su máximo logro: su nueva conciencia planetaria, su respetuosa consideración de la diversidad humana, su amor por la naturaleza y el engrandecimiento de su más preciado tesoro, su Espíritu.
Gracias Jorge, al comenzar el silencio de la inmensidad del universo y grano de arena que es la tierra, se siente amenazado por nosotros, despertamos nos entregamos, somos empáticos, consciente del peligro de nuestra casa, me regocijo con tu texto, del amor hacia la humanidad toda, y la expansión de conciencia por la naturaleza, gracias
Muchas gracias Carlos por tus hermosas palabras.